lunes, 21 de diciembre de 2009

Toscani

Oliviero sigue siendo esencialmente el mismo que conocimos hace ocho años en Milán, cuando la polémica por aquella foto del moribundo de sida, David Kirby, que él reinterpretaba como una modernísima Pietá. Esto fue lo que culmino con la relación del fotógrafo y la marca de ropa junto con las fotografias de la pena de muerte.

A Toscani, generoso de envergadura, dechado de energía, le viene estrecho el traje de creativo y, por supuesto, el de fotógrafo. Se considera ante todo un artista, emparentado en la lejanía con otros grandes nombres.
Toscani las ha encajado de todos los colores en su vida. Con todas las invectivas acumuladas, dice, podría llenar un libro. De los cuales a Toscani le acusaron, entre otras muchas cosas, de glorificar a los criminales y de no respetar la sensibilidad de las víctimas. También criticaron sus métodos: el haber pagado por posar a los 28 condenados y el haber disfrazado periodísticamente lo que no era sino una campaña publicitaria.








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